martes, 23 de agosto de 2011

The Mortal Instruments: Carta de Jace a Clary

recuerdan esta carta?


The Mortal Instruments: Imágenes

Navegando por la web me encontré estas bellas creaciones ... créditos para este tumblr




City of Lost Souls: Escena (Ingles)

Cassandra Clare ha publicado vía twitter el link hasta esta escena de City of Lost Souls... aquí se las dejo en Ingles ...

Maia was waiting for them in MacCarren Park, on one of the narrow paths dusted with the skeletons of fallen leaves. She wore a gray leather jacket and a soft pink hat, pulled down over her ears, from which her wildly curling hair escaped in a golden-brown halo. She waved tentatively as they neared her; the first words out of her mouth were:

“Did you hear about Luke?”

They all nodded — Simon had told Isabelle and Jordan what he knew on the L-train ride over — and she fell into step beside Jordan as they went through the park, a moving foursome. Jordan had his hands in his pockets and was talking quietly to Maia, werewolf to werewolf. Simon glanced at Isabelle,walking quietly beside him.

Weak November sunlight had come out from behind the clouds and picked out reddish highlights in her hair. She smelled like his own apple shampoo and Shadowhunter. “So,” he said. “Do you want me to ask why you were passed out in my bed last night when I came home, or not?”

“I didn’t pass out in your bed,” she said, as they swung left on Manhattan Avenue. The G train stop was there, and a guy was leaning against the railing, picking out a tuneless song on a guitar. Across the street was a Thrifty store where you could still get ice cream cones for 50 cents. “I passed out in your living room and Jordan put me in your bedroom.”

“He did?”

“Well, if it wasn’t Jordan, someone broke into your house and put me in your bed. Personally I prefer the Jordan theory. Less creepy.”
“It’s not that, it — what were you doing, drunk, with Jordan? He doesn’t drink much.”

“I’d imagine not. He has awful taste in tequila.”

“Iz.” Simon put his hand on her wrist. “I only want to know why you came over.”

She turned her head away from him, her shining black hair slipping across her back. There was a small Mark on the lower left side of her throat, just above her collarbone. It looked vulnerable, somehow. Simon wanted to brush it with his fingertips, but kept his hands in his pockets. “Everything sucks,” she said. “I saw Helen and Aline last night. We had dinner. They’re just so happy, and I keep thinking —” She bit her lip. “My parents are getting divorced, I think,” she said. “Alec is happy but I never see him. Jace is [redacted-sorry guys!]. Max is dead. Clary —”

“I get it,” he said, gently. “You needed someone to talk to and you couldn’t think of anyone else.”

“No!” Isabelle said, frustration clear in her voice. “I wanted to talk to you. I always — I mean, I like to talk to you. Even if things weren’t like this, I would . . . “ She looked at him, sidelong. “I mean, we did date.”
“But it wasn’t — it was never serious,” Simon said awkwardly. “I didn’t think you wanted . . .”

“Did you? Want it to be serious?” Isabelle asked. There was a certain stiffness in her voice — pride, Simon guessed. Isabelle wasn’t the sort of girl who made the first move with guys. She wasn’t the sort of girl who had to.

“Did you?”

Isabelle made an exasperated noise. “Look, I didn’t come by last night because you’re number six on some list and everyone else is unavailable. I came because — I like you. You make me feel better. Maybe it’s something about your face.”

“My face makes you feel better?” So she was saying he was reassuring, sweet, dependable, all of those things; things he knew Clary thought he was; things that hadn’t helped her look at him instead of Jace, not for five minutes. And Isabelle liked her guys dangerous, not . . . reassuring. Reassuring was for stuffed animals. How could you be a vampire and not be sexually threatening? He wasn’t sure, but somehow, he’d managed it.
He was saved more torturous conversation by their arrival at Magnus’ apartment, the lobby of which, as usual, smelled like a combination of cat pee and old pizza. Simon made his way up the stairs after Isabelle — remembering the first time he’d been here, crushed out on Izzy and secretly hoping to make Clary jealous, not that that had worked. Magnus’ apartment had been full of rainbow smoke and Downworlders; now, as they filed in, it was quiet and full of late morning sunlight.

Magnus, Jocelyn and Alec were seated around a long rectangular table. Magnus was clutching a cup of coffee, wearing a dark green jumpsuit with yellow racing stripes, his dark hair an unruly mass of bed-head. Alec looked like . . . Alec. He raised his eyebrows at his sister as she came into the room, but didn’t seem inclined to kill either her, or Simon.

But Jocelyn looked at Simon with eyes as piercing as nails.“Where’s Clary?” she said, tightly.


Amanecer: Nuevas imagenes

MTV ha publicado nuevas imágenes de Breaking Dawn... aquí les dejo algunas













Pueden ver más AQUI

martes, 9 de agosto de 2011

City of Glass: Escena de la Mansión Wayland desde el Punto de Vista de Jace (Traducida)

Hola!

gracias a Cazadores de sombras/Ciudades mecanicas les puedo dejar ahora mismo la traducción de la escena anterior =)

***********
A través de los años, mucha gente me ha pedido esto – el punto de vista de Jace sobre la escena “intima” en ESTA SANGRE CULPABLE, capítulo nueve de Ciudad de Cristal (páginas 206 -211 en el libro de portada dura de CdC). Me he tomado algunas libertades aquí, la escena sucede unos momentos después de lo que pasa en la versión impresa de CdC – pero así era el borrador original.

Las partes en cursiva son partes del libro original, para ayudarlos a ubicarse mentalmente en la escena.

Clary escuchó un agudo golpeteo por todas partes alrededor de ella. Por un sorpresivo momento pensó que había comenzado a llover –entonces se dio cuenta que eran escombros y suciedad y vidrios rotos: los restos de la mansión destrozada siendo esparcidos alrededor de ellos como granizo mortal.
Jace la aplastó más duro contra el suelo, su cuerpo plano contra el de ella, su corazón casi tan audible en sus oídos como el sonido de la mansión remitiéndose en ruinas.

***

Mas tarde, Jace recordaría poco sobre la destrucción de la mansión el mismo, la explosión de la única casa que él había conocido hasta que tuvo diez años. El recordaría únicamente la caída desde la ventana de la biblioteca, retorciéndose y rodando hacia abajo sobre el paso, y agarrando a Clary, volteándola hacia abajo y debajo de él, cubriéndola con su cuerpo mientas las piezas de la mansión llovían alrededor de ellos como granizo.

Podía sentirla respirando, sentir la carrera de su corazón. La rapidez de su corazón, le recordó a su halcón, la manera en que se acurrucaba ciego y confiado en su mano. Clary estaba sosteniéndole por el frente de su camiseta, aunque el dudaba que ella se diese cuenta de eso, su cara contra su hombro; el estaba desesperadamente temeroso de que no hubiera suficiente de él para cubrirla completamente, para protegerla enteramente. El imaginó, rocas tan grandes como elefantes, rodando a través del suelo pedregoso, listas para aplastarlos a ambos, para aplastarla a ella. El suelo temblaba debajo de ellos y él se aplastó más duro contra ella, como si eso fuera a ayudar de algún modo. Era un pensamiento mágico, él sabía, como cerrar los ojos para no ver el cuchillo que venía hacia ti.

El rugido se había desvanecido. El se dio cuenta para su sorpresa que él podía escuchar de nuevo: pequeñas cosas, el sonido de los pájaros, el aire en los arboles. La voz de Clary, sin aliento. –Jace, creo que se te cayó tu estela en algún lado.-

El se hizo hacia atrás y la miró fijamente. Ella se encontró con su mirada, quieta. En la luz de la luna sus ojos verdes podrían haber sido negros. Su cabello rojo estaba lleno de polvo, su cara manchada con hollín. El podía ver el pulso en su garganta. Dijo la primera cosa en la que pudo pensar, deslumbrado, -No me importa. Mientras no estés herida.-

-Estoy bien.- ella extendió su mano, los dedos acariciando ligeramente a través de su cabello; su cuerpo, súper sensible por la adrenalina, lo sintió como chipas contra su piel. –Hay pasto en tu cabello,- dijo ella.

Había preocupación en sus ojos. Preocupación por él. Recordó la primera vez que la besó, en el invernadero, como él finalmente lo había captado, como finalmente había entendido la forma en que la boca de alguien contra la tuya podía deshacerte, dejarte dando vueltas y sin aliento. Que cualquier experiencia que tuvieras en todo el mundo, cualquier técnica que conocieras o hubieras aprendido, se iban por la ventana cuando era la persona correcta a quien estabas besando.

O la incorrecta.

-No deberías tocarme,- dijo él.

Su mano se congeló donde estaba, la palma contra su mejilla. – ¿Por qué no?-

-Tú sabes por qué. Tu viste lo que yo vi, no es así? El pasado, el ángel. Nuestros padres.-

Sus ojos se oscurecieron. –Lo vi.-

-Tú sabes lo que pasó.-

-Un montón de cosas pasaron, Jace-

-No para mi.- Las palabras salieron en un angustiado suspiro. –Tengo sangre de demonio, Clary. Sangre de demonio. Entiendes eso, no es así?-

Ella levantó la barbilla. El sabía cómo le disgustaba que sugiriera que no entendía algo, o que no lo sabía, o que no necesitaba saberlo. El amaba eso de ella y lo volvía loco. –No significa nada. Valentine estaba enfermo. El solo estaba despotricando-

-Y Jocelyn? Estaba loca? Se lo que Valentine estaba intentando hacer. Estaba intentando crear híbridos; ángel/humano, y demonio/humano. Tú eres el primero Clary, y yo el último. Soy en parte monstruo. Parte de todo lo que he intentado tan duramente de quemar para destruir.-

-No es verdad. No puede serlo. No tiene sentido.-

-Pero lo tiene.- Como ella no podía entenderlo? Parecía tan obvio para él, tan básico. –Lo explica todo.-

-Quieres decir que explica porque eres un cazador de sombras tan increíble? Porque eres tan leal y atrevido y honesto y todo lo que los demonios no son.-

-Explica,- dijo él sin inflexiones,- porque me siento de este modo sobre ti.-

El aliento siseó entre sus dientes. –Que quieres decir.-

-Eres mi hermana,- dijo, -mi hermana, mi sangre, mi familia. Debería querer protegerte,- el se atragantó con las palabras, - protegerte del tipo de chicos que quisieran hacerte exactamente lo que yo quiero hacerte.-
El la escuchó contener su aliento. Ella estaba mirándolo fijamente, y aunque el había esperado ver horror en sus ojos, alguna clase de repulsión – por lo que él no había pensado nunca decir tan claramente ni con tan poco tacto, la forma exacta como se sentía – el no vió nada de eso. El vió únicamente curiosidad, como si ella estuviera examinando el mapa de algún país desconocido.

Casi ausentemente, ella dejó sus dedos recorrer por su mejilla hacia abajo a sus labios, delineando la forma de su boca con la punta de su dedo índice, como si ella estuviera trazando una maldición. Había asombro en sus ojos. El sintió que su corazón se volteó y su cuerpo, siempre traidor, respondía a su toque.

-¿Que es, exactamente, lo que quieres hacerme?.- ella susurró.

No pudo detenerse. Se inclinó, los labios raspando su oído: -Puedo mostrártelo.-

El la sintió estremecerse, pero a pesar del temblor en su cuerpo, sus ojos lo retaron. La adrenalina en su sangre, mezclada con deseo y la imprudencia de su desesperación, hizo que su sangre cantara. Le mostraré, pensó. Parte de él estaba convencido de que ella lo alejaría. La otra mitad estaba demasiado lleno de Clary: de su cercanía, la sensación de ella contra él – como para pensar claramente. –Si quieres que me detenga, dímelo ahora,- él susurró, y cuando ella no dijo nada, el frotó sus labios contra el hueco de su sien. –O ahora.- Su boca encontró su mejilla, la línea de su mandíbula: probó su piel, dulce y salda, polvo y deseo. –O ahora.- Su boca trazó la línea de su mandíbula y ella se arqueó contra él, haciendo que enterrara los dedos en el suelo. Sus pequeños jadeos estaban volviéndolo loco, y el puso su boca contra de ella, para silenciarla, susurrando, diciéndole, no preguntándole: -Ahora.-

Y él la besó. Suavemente al principio, probando, pero de pronto sus manos estaban apuñando la parte de atrás de su camiseta, y su suavidad estaba presionada contra su pecho y él sintió la tierra sólida deshacerse debajo de él mientras caía. El estaba besándola del modo en que siempre quiso, con un salvaje y total abandono, su lengua lamiendo dentro de su boca en un duelo con la de ella, y ella era tan atrevida como lo era él, probándolo, explorando su boca. El alcanzó los botones de su abrigo justo cuando ella ligeramente mordió su labio inferior y todo su cuerpo se sacudió.

Ella puso sus manos sobre las de él, y por un momento el tuvo miedo de que ella fuera a decirle que se detuviera, que esto era enfermo, que ellos se odiarían a sí mismos mañana. Pero: -Permíteme,- dijo ella, y él se quedó quieto mientras ella tranquilamente desabrochó los botones y el abrigó cayó abierto. La camiseta que estaba usando debajo era casi transparente, y él podía ver la forma de su cuerpo debajo: las curvas de sus pechos el hueco de su cintura y la curva de sus caderas. Se sintió mareado. El había visto esto mismo en otras chicas antes, por supuesto que sí, pero nunca había importado.

Y ahora nada mas importaba.

Ella levantó sus brazos, su cabeza echada hacia atrás, suplicando con sus ojos. –Vuelve aquí,- susurró. –Bésame otra vez.-

El hizo un ruido que nunca pensó haber hecho antes y cayó de vuelta contra ella, sobre ella, besando sus parpados y labios, garganta, su pulso ahí – sus manos se deslizaron debajo de la camiseta translucida y sobre el calor de su piel. Estaba bastante seguro de que toda la sangre había abandonado su cerebro mientras luchaba contra el cierre de su bra –lo que era ridículo, ¿cuál era el punto de ser cazador de sombras y experto en todo, si no podías arreglártelas para abrir un bra?- y escuchó su propia suave exhalación cuando este se liberó y sus manos estuvieron en su espalda, la frágil figura de sus omóplatos bajo sus palmas. De algún modo, el pequeño ruido que ella hizo fue más erótico que lo que pudo haber sido ver a cualquiera otra desnuda.

Sus manos, pequeñas y determinadas, estaban en el borde de su camisa, tirando de ella. El la jaló hacia arriba por las costillas, queriendo más de sus pieles tocándose. Así que esta era la diferencia, pensó. Esto era lo que significaba estar enamorado. El siempre se había enorgullecido de su técnica, en tener control, en la respuesta que podía provocar. Pero eso requería evaluación y la evaluación requería distancia, y no había distancia ahora. El no quería nada entre él y Clary.

Sus manos encontraron la cinturilla de sus jeans, la forma de los huesos de su cadera. El sintió los dedos de ella en su espalda desnuda, las puntas encontrando sus cicatrices y trazándolas luego ligeramente. No estaba seguro de que ella supiera que estaba haciéndolo, pero ella estaba retorciendo sus caderas contra las de él, poniéndolo tembloroso, haciéndole querer ir demasiado deprisa. El se estiró hacia abajo y la encajó más firmemente contra él, alineando sus caderas con las suyas, y sintió su jadeo en la boca. Pensó que ella podría alejarse, pero en cambio ella pasó su pierna sobre su cadera, jalándolo aun más cerca. Por un segundo creyó que iba a desmayarse.

-Jace,- ella susurró. Ella besó su cuello, sus clavículas. Sus manos estaban en la cintura de ella, moviéndose hacia arriba sobre sus costillas. Su piel era sorprendentemente suave. Ella se alzó cuando él deslizó sus manos bajo su bra, y besó la marca con forma de estrella en su hombro. El estaba a punto de preguntarle si lo que estaba haciendo estaba bien, cuando ella se alejó de él abruptamente con una exhalación de sorpresa…

****

-¿Que sucede?- Jace se congeló. –¿Te lastimé?-

-No. Fue esto.- Ella tocó la cadena plateada alrededor de su cuello. En un extremo colgaba un pequeño círculo de metal plateado. Había golpeado contra ella cuando se había alzado. Ella lo miraba ahora.

Ese anillo – el metal curtido con su patrón de estrellas- ella conocía ese anillo.

El anillo Morgenstern. Era el mismo anillo que había brillado en la mano de Valentine en el sueño que el ángel les había mostrado. Había sido suyo y él se lo había dado a Jace, como siempre había sido traspasado de padre a hijo.

-Lo siento,- dijo Jace. El trazó la línea de su mejilla con la punta de su dedo, su mirada con una intensidad de ensueño. –Olvidé que estaba usando la maldita cosa.-

Un frio repentino inundó las venas de Clary. –Jace.- dijo en voz baja. –Jace, no lo hagas.-

-No hacer el que? No usar el anillo?.-

-No, no me toques. Detente por un segundo.-

City of Glass: Escena desde el punto de vista de Jace (Ingles)

Hola! Cassie dejo hoy en su Journal este regalito, la escena de City of Glass luego de la explosión de la mansión desde el punto de vista de Jace...
espero poder traducirla en estos días, por el momento se las dejo en ingles.

Jace’s PoV Manor Scene

Over the years, many people have asked for this — Jace’s point of view of the “intimate” scene in THIS GUILTY BLOOD, Chapter Nine of City of Glass. (Page 206-211 in the American hardback CoG.) I’ve taken a few liberties here — the scene goes on a few moments past what happens in the printed version of CoG — but then so did the original draft!

The bits below in italics are the bits from the original book, to help you mentally locate the placement of the scene.

Clary heard a sharp pattering noise all around her. For a bewildered moment she thought it had started to rain—then she realized it was rubble and dirt and broken glass: the detritus of the shattered manor being flung down around them like deadly hail.

Jace pressed her harder into the ground, his body flat against hers, his heartbeat nearly as loud in her ears as the sound of the manor’s subsiding ruins.

* * *

Later, Jace would remember little about the destruction of the Manor itself, the shattering apart of the only home he’d known until he was ten years old. He remembered only the fall from the library window, scrambling and rolling down over the grass, and catching hold of Clary, spinning her down and under him, covering her with his body while pieces of the Manor rained down around them like hail.

He could feel her breathing, feel the racing of her heart. He was reminded of his falcon, the way it had curled, blind and trusting, in his hand, the rapidity of its heartbeat. Clary was holding him by the front of the shirt, though he doubt she realized it, her face against his shoulder; he was desperately afraid that there wasn’t enough of him, that he couldn’t cover her completely, protect her entirely. He imagined boulders as big as elephants tumbling across the rocky ground, ready to crush them both, to crush her. The ground shuddered under them and he pressed harder against her, as if that might help somehow. It was magical thinking, he knew, like closing your eyes so you didn’t see the knife coming at you.

The roar had faded. He realized to his surprise that he could hear again: small things, the sound of birds, the air in the trees. Clary’s voice, breathless. “Jace — I think you dropped your stele somewhere.”

He drew back and stared down at her. She met his gaze steadily In the moonlight her green eyes could have been black. Her red hair was full of dust, her face streaked with soot. He could see the pulse in her throat. He said the first thing that he could think of, dazed, “I don’t care. As long as you’re not hurt.”

“I’m fine.” She reached up, her fingers brushing lightly through his hair; his body, super-sensitized by adrenalin, felt it like sparks against his skin. “There’s grass — in your hair,” she said.

There was worry in her eyes. Worry for him. He remembered the first time he’d kissed her, in the greenhouse, how he’d finally gotten it, finally understood the way someone’s mouth against yours could undo you, leave you spinning and breathless. That all the expertise in the world, any techniques you knew or had learned, went out the window when it was the right person you were kissing.

Or the wrong one.

“You shouldn’t touch me,” he said.

Her hand froze where it was, her palm against his cheek. “Why not?”

“You know why. You saw what I saw, didn’t you? The past, the angel. Our parents.”

Her eyes darkened. “I saw.”

“You know what happened.”

“A lot of things happened, Jace —”

“Not for me.” The words breathed out on an anguished whisper. “I have demon blood, Clary. Demon blood. You understood that much, didn’t you?”

She set her chin. He knew how much she disliked the suggestion that she hadn’t understood something, or didn’t know it, or didn’t need to know it. He loved that about her and it drove him out of his mind. “It doesn’t mean anything. Valentine was insane. He was just ranting —”

“And Jocelyn? Was she insane? I know what Valentine was trying to do. He was trying to create hybrids — angel/human, and demon/human. You’re the former, Clary, and I’m the latter. I’m part monster. Part everything I’ve tried so hard to burn out, to destroy.”

“It’s not true. It can’t be. It doesn’t make sense—”

“But it does.” How could she not understand? It seemed so obvious to him, so basic. “It explains everything.”

“You mean it explains why you’re such an amazing Shadowhunter? Why you’re loyal and fearless and honest and everything demons aren’t —”

“It explains,” he said, evenly, “why I feel the way I do about you.”

Breath hissed between her teeth. “W do you mean?”

“You’re my sister,” he said, “My sister, my blood, my family. I should want to protect you —” he choked on the words— “to protect you from the sort of boys who want to do to you exactly what I want to do to you.”

He heard her breath catch. She was still staring up at him, and though he had expected to see horror in her eyes, some sort of revulsion — for he didn’t think he’d ever stated so clearly or so tactlessly exactly how he felt — he saw nothing of the sort. He saw only searching curiosity, as if she were examining the map of some unknown country.

Almost absently, she let her fingers trail down his cheek to his lips, outlining the shape of his mouth with the tip of her index finger, as if she were charting a course. There was wonder in her eyes. He felt his heart turn over and his body, ever traitorous, respond to her touch.

“What is it, exactly, that you want to do to me?” she whispered.

He could not stop himself. He leaned down, his lips grazing her ear: “I could show you.”

He felt her tremble, but despite the shiver in her body, her eyes challenged him. The adrenaline in his blood, mixed with desire and the recklessness of despair, made his blood sing. I’ll show her, he thought. Half of him was convinced she would push him away. The other half was too full of Clary: her nearness, the feel of her against him — to think straight. “If you want me to stop, tell me now,” he whispered, and when she said nothing, he brushed his lips against her hollow of her temple. “Or now.” His mouth found her cheek, the line of her jaw: he tasted her skin, sweet-salty, dust and desire. “Or now.” His mouth traced the line of her jaw and she arched up into him, making his fingers dig into the ground. Her small, panting breaths were driving him crazy, and he put his mouth over hers to quiet her, whispering, telling, not asking: “Now.”

And he kissed her. Gently at first, testing, but suddenly her hands were fists in the back of his shirt, and her softness was pressed against his chest and he felt the solid earth give way under him as he fell. He was kissing her the way he’d always wanted to, with a wild and total abandon, his tongue sweeping inside her mouth to duel with hers, and she was just as bold as he was, tasting him, exploring his mouth. He reached for the buttons of her coat just as she bit lightly at his lower lip and his whole body jerked.

She put her hands over his, and for a moment he was afraid she was going to tell him to stop, that this was insane, they’d both hate themselves tomorrow. But: “Let me,” she said, and he went still as she calmly undid the buttons and the coat fell open. The shirt she was wearing underneath was nearly sheer, and he could see the shape of her body underneath: the curves of her breasts, the indentation of her waist, the flare of her hips. He felt dizzy. He’d seen this much of other girls before, of course he had, but it had never mattered.

And now nothing else mattered.

She lifted her arms up, her head thrown back, pleading in her eyes. “Come back,” she whispered. “Kiss me again.”

He made a noise he didn’t think he’d ever made before and fell back against her, into her, kissing her eyelids, lips, throat, the pulse there — his hands slid under her flimsy shirt and onto the heat of her skin. He was pretty sure all the blood had left his brain as he fumbled at the clasp of her bra — which was ridiculous, what was the point of being a Shadowhunter and expert at everything if you couldn’t figure out the clasp on a bra? — and heard his own soft exhalation as it came free and his hands were on her bare back, the fragile shape of her shoulder blades under his palms. Somehow the little noise she made was more erotic than seeing anyone else naked had ever been.

Her hands, small and determined, were at the hem of his shirt, tugging it off. He pushed hers up, around her ribs, wanting more of their skin to be touching. So this was the difference, he thought. This was what being in love meant. He’d always prided himself on his technique, on having control, on the response he could elicit. But that required evaluation, and evaluation required distance, and there was no distance now. He wanted nothing between himself and Clary.

His hands found the waistband of her jeans, the shape of her hipbones. He felt her fingers on his bare back, her the tips finding his scars and tracing them lightly. He wasn’t sure she knew she was doing it, but she was rolling her hips against his, making him shaky, making him want to go too fast. He reached down and fitted her more firmly against him, aligning her hips with his, and felt her gasp into his mouth. He thought she might pull away, but she slung her leg over his hip instead, pulling him even closer. For a second, he thought he might pass out.

“Jace,” she whispered. She kissed his neck, his collarbone. His hands were on her waist, moving up over her ribcage. Her skin was amazingly soft. She raised herself up as he slipped his hands under her bra, and kissed the star-shaped mark on his shoulder. He was about to ask her if what he was doing was all right when she drew back from him sharply, with an exclamation of surprise. . .

* * *

“What is it?” Jace froze. “Did I hurt you?”

“No. It was this.” She touched the silver chain around his neck. On its end hung a small silver circle of metal. It had bumped against her when she’d leaned forward. She stared at it now.

That ring—the weather-beaten metal with its pattern of stars—she knew that ring.

The Morgenstern ring. It was the same ring that had gleamed on Valentine’s hand in the dream the angel had showed them. It had been his, and he had given it to Jace, as it had always been passed along, father to son.

“I’m sorry,” Jace said. He traced the line of her cheek with his fingertip, a dreamlike intensity in his gaze. “I forgot I was wearing the damn thing.”

Sudden cold flooded Clary’s veins. “Jace,” she said, in a low voice. “Jace, don’t.”

“Don’t what? Don’t wear the ring?” “No, don’t—don’t touch me. Stop for a second.”

viernes, 5 de agosto de 2011

Hush Hush: Novedades


Hush Hush tendrá Novela Gráfica!, esta será lanzada en estados unidos en octubre de este año, y aun no hay novedades de su versión en español...

aquí la portada:


City of Lost Souls: Extractos


Aquí les dejo los adelantos (4) de City of Lost Souls que cassie liberara en Julio...

Clary saltó sobre el mostrador, y se arrojó desde lo alto de él cuando su arma explotó en brillo. Ella aterrizó en el demonio, derribándolo al suelo. Uno de sus brazos, como una anguila-la envolvió, y ella lo cortó con un movimiento de su espada. La sangre negra salto, quemando la piel desnuda debajo de sus muñecas.

El demonio la miró con los ojos rojos, asustados. "Alto", jadeó "Yo podría darte todo lo que quieras -"

"Tengo todo lo que quiero", dijo, y bajó su espada serafín.

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Él la alcanzó y extendió las manos, las tomó, y dejo que la tire a sus pies. El oro pálido de sus ojos buscaron su rostro. "Yo te quiero conmigo", dijo. "Pero yo quiero que sea tu elección. Una vez que hayamos ido, no hay vuelta atrás"
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"Sé de parabatai", dijo Magnus, con un trasfondo enojado, oscuro en su voz. "He conocido a parabatai, tan cercanos que casi son la misma persona, ¿sabes lo que sucede, cuando uno de ellos muere, al que queda…?"
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"Hey, Daylighter".

"Sin ánimo de ofender, pero yo nunca he visualizado qué me llamaras antes".

"Es apenas una visita social." Hubo un ruido en el fondo, un murmullo de voces. "Simón, tienes tu…"

"No, quiero decir que realmente no pienso en ti como usando el teléfono. Más bien… aparecer en una explosión de brillo ".

*Traducción mia

Clockwork Angel: escena inedita


Cassie entrego una escena de Clockwork Angel ...pero desde el punto de vista de Will ( Cuidado si no han leído el libro!)

Pérdida:
Perspectiva de Will en los eventos de Ángel Mecánico de la página 285 - 292 (libro en inglés)

Will Herondale estaba ardiendo.

Ésta no era la primera vez que había consumido sangre de vampiro, y conocía el patrón de la enfermedad. Primero llegaba el sentimiento de mareo y euforia, como si uno hubiera bebido demasiado gin - el breve período de agradable borrachera antes de que se establezca el morbo. Después el dolor, empezando en los pies y las yemas de los dedos, trabajando su camino arriba como si líneas de pólvora hubiesen atravesado su cuerpo y estuviesen quemando su camino hacia el corazón.

Había oído que el dolor no eran tan bueno para los humanos: que su sangre, más fina y débil que la sangre de los Cazadores de Sombras, no luchaba contra la enfermedad demoníaca como lo hacía la sangre de los Nefilim. Apenas se dio cuenta vagamente cuando Sophie entró con el cubo de agua bendita, salpicándolo con el agua fría y dejando los cubos en el sueño y marcharse otra vez. Pudo sentir el odio viniendo de Sophie siempre que ella se le acercaba; la fuerza de ello hizo que se levantara sobre sus codos. Acercó un cubo más cerca de él y lo vació encima de su cabeza, abriendo su boca como una golondrina tanto como pudo.

Por un momento, le roció el fuego quemando a través de sus venas completamente. El dolor retrocedió, excepto por las palpitaciones en su cabeza. Se volvió a tumbar, cautelosamente, tirando un brazo sobre su cara para bloquear la luz oscura proveniente de las ventanas bajas. Sus dedos parecían traer luz así como los movía. Escuchó la voz de Jem en su cabeza, regañándolo por arriesgarse a sí mismo. Pero la cara que vio a través de sus parpados no era la de Jem. Ella le estaba mirando. La voz más oscura de su consciencia, el recordatorio que él no podría proteger a nadie, ni siquiera a sí mismo.

"Cecily," susurró. "Cecily, por el amor de Dios, déjame en paz."

Will. Ella acercó su mano, y él habría llegado a ella, también, a no ser por el estruendo y estrépito de metal que le hicieron volver de su ensueño. Se aclaró la garganta.

"¿Ya has vuelto Sophie?" Dijo Will. "Te dije que si me traías otro de esos infernales cubos, yo -"

"No soy Sophie," dijo una voz. "Soy yo. Tessa."

El martilleo de su propio pulso se filtró en sus orejas. La imagen de Cecily se descolorió y desvaneció contra sus párpados. Tessa. ¿Por qué la habrán enviado? ¿Le odia tanto Charlotte como para hacer eso? ¿Tenía esto que ser algún tipo de clase objetiva para ella en las indignidades y peligros del submundo? Cuando abrió los ojos la vio de pié enfrente de él, parada en su vestido de terciopelo y guantes. Sus rizos oscuros eran asombrosos contra su pálida piel y sus mejillas eran pecosas, ligeramente sonrojadas.

Tú hermano, sabía que debería decir. ¿Cómo está? Debe de haber sido un shock verlo. No hay nada peor que ver a alguien a quién amas en peligro.

Pero han pasado años, y ha aprendido a tragarse las palabras, transformarlas. De alguna manera estaban hablando de vampiros, sobre el virus y como se transmitía. Ella le dio el cubo con una mueca - bien, ella debía estar disgustada con él - y lo usó de nuevo para aplacar el fuego, para parar la quemazón en sus venas y cuello y pecho.

"¿Te ayuda?" preguntó ella, mirándolo con sus claros ojos grises. "Derramándolo sobre tu cabeza de ésta manera?"

Will se escuchó haciendo un sonido estrangulado, casi una risa. "Las preguntas que haces..."

Otro puede que se hubiera disculpado por preguntar pero Tessa solo se mantuvo quieta, mirándolo. Él no había pensado en que nunca había visto a nadie con ése preciso color de ojos antes: era el color del gris niebla soplando desde el mar en Gales. No puedes mentir a alguien con unos ojos como esos. "La sangre me hace tener fiebre, hace que mi piel queme," él admitió. "No puedo enfriarme. Pero, sí, el agua ayuda."

"Will," dijo Tessa. Él la miró. Ella parecía estar aureolada por la luz como un ángel, aunque él sabía que era la sangre de vampiro haciendo su visión borrosa. Él escuchó la voz de ella de nuevo, suave, y luego se estaba moviendo hacia él, reuniendo su falta a un lado para sentarse a su lado en el suelo. Él se preguntaba por qué ella estaba haciendo eso, y se dio cuenta para su propio horror que había sido él quién se lo había pedido. Se imaginaba la enfermedad de vampiro en su cuerpo, rompiendo su sangre, haciendo su voluntad más floja. Él sabía, intelectualmente, que había bebido suficiente agua bendita para matar la enfermedad antes
de que naciera, y que él no podía poner su falta de control de lado por la enfermedad. Y sin embargo, ella estaba más cerca de él, lo suficientemente cerca que podía sentir el calor radiando del cuerpo de ella.

"Nunca te ríes," estaba diciendo ella. "Actúas como si todo fuera gracioso para ti, pero nunca te ríes. Algunas veces sonríes cuando piensas que nadie te está prestando atención."

Él quería cerrar sus ojos. Las palabras de ella le atravesaron como una rebanada atravesada por la hoja del cuchillo serafín, haciendo que sus nervios quemaran. Él no tenía ni idea de que ella le había observado tan de cerca, o tan exactamente. "Tú," dijo él. "Tú me haces reír. Desde el momento en que me golpeaste con ésa botella. Por no mencionar la manera en que siempre me corriges. Con ésa divertida expresión en tu cara cuando lo haces. Y la manera en que hiciste callar a Gabriel Lightwood. E incluso la manera en que le hablaste a de Quincey. Me haces..."

Su voz se apagó. Podía sentir el agua fría recorriendo su espalda, sobre su pecho, contra su acalorada piel. Tessa estaba sentada a centímetros de él, oliendo a polvo y perfume y transpiración. Sus húmedos rizos pegados a sus mejillas, y sus ojos estaban posados en él, sus pálidos labios rosas ligeramente apartados. Ella levantó la mano para apartar sus rizos de la cara, y, sintiendo como si se ahogara, él se le acercó. "Hay sangre todavía," dijo él, inarticuladamente. "En tus guantes."

Ella empezó a alejarse, pero Will la dejó ir; se estaba ahogando, quieto, ahogándose, y no podía dejarla ir. Giró su pequeña mano derecha sobre la suya. Se enroscó en la forma de la palma de su mano que era mucho más grande. Él tuvo el deseo más fuerte de llegar a ella completamente, de empujarla contra él y tenerla entre sus brazos, de acompasar su delgado y fuerte cuerpo con el de él. Dobló su cabeza, agradecido de que ella no pudiera ver su cara así como la sangre le sonrojaba las mejillas. Sus guantes estaban andrajosos, rotos dónde ella había agarrado las esposas de su hermano. Con un toque de sus dedos, él abrió los botones de perlas que mantenían el guante cerrado, dejando al descubierto su muñeca.

Él podía oírse a sí mismo respirando. El calor propagándose por su cuerpo - no el calor artificial de la enfermedad vampírica, sino el rubor natural del deseo. La piel de su muñeca era pálida traslúcida, las venas azules visibles debajo. Podía ver el aleteo de su pulso, sentir el calor de su respiración contra sus mejillas.Acarició la suavidad de su muñeca con las yemas de sus dedos y medio cerró los ojos, imaginando sus manos en su cuerpo, la lisa piel de los brazos, la suavidad de sus piernas escondiéndose debajo de la falda voluminosa. Su respiración había empezado a atraparlo y volverse irregular.

"Yo - Quiero entenderte," suspiró ella.

No, no quieres. Le dijo lo mejor que pudo, apenas consciente de lo que estaba diciendo. Miró la forma de sus labios cuando le contestó, discutiendo con él, incluso ahora cuando ambos estaban sin respiración y apoyándose el uno con el otro. Quiero conocer tus motivos, estaba diciéndole. Jem quiere conocerlos. Will, en un delirio queriendo, solo sacudió su cabeza y deslizó el guante fuera de su mano. Su mano pequeña y desnuda que se había amoldado a la suya como una paloma. La levantó hasta su boca, su mejilla, besando la piel de ella: pasando sus labios a través de sus nudillos, hacia su muñeca. La escuchó emitir un sonido de sorpresa en voz baja, y levantó su cabeza para verla sentada perfectamente quieta, sus manos sosteniéndose, sus ojos cerrados y sus labios medio abiertos.

Había besado a chicas, otras chicas, cuando el deseo físico básico había vencido el sentido común, en rincones oscuros en fiestas o debajo de un muérdago. Rápidos, besos rápidos, la mayoría de ellos, aunque algunos sorprendentemente expertos - dónde aprendió de Elisabeth Mayburn cómo hacer lo que ella hizo con sus dientes, ¿y porque nadie le había dicho a ella que no era una buena idea? - pero ésto era diferente.

Antes de que controlara la tensión, una deliberada decisión de dar a su cuerpo lo que le estaba pidiendo, se separó de cualquier otro sentimiento. Cortó las emociones por completo. Pero ésto - ésto era calor serpenteando a través de su pecho, acortando su respiración, haciendo que su piel fuera de gallina. Tuvo un sentimiento de dolor cuando dejó ir la mano de ella, una sensación de pérdida que solo se curó cuando la empujó hacia él sobre el astillado suelo de madera, oyendo el material de su vestido y no importándole, sus manos se adhirieron a su nuca como ventosas mientras sus labios descendían por los suyos con parte igual de ternura y fiereza.

La boca de ella se abrió debajo de la suya, vacilante, y su mente en algún rincón le gritó que fuera más despacio, que por alguna razonable suposición éste era el primer beso de ella. Forzó a sus manos ir más tranquilas, soltar gentilmente las sujeciones en su pelo y alisar sus rizos detrás de su nuca. Su pelo cayó como suave seda corriendo entre sus dedos y su cuerpo, presionado contra el suyo, era todo suavidad. Las manos de ella eran suaves como las plumas detrás de la nuca de él, en su pelo; ella hizo un sonido bajo contra su boca que casi se llevó cada último pensamiento de su cabeza. Empezó a doblar la espalda contra el suelo, moviendo su cuerpo contra el de ella -

Y se congeló. Oh Dios, ¿Qué estaba haciendo? El pánico se apresuró a través de su sangre en un mar hirviendo cuando vio que toda su estructura frágil que había construido a su alrededor se había roto, todo por ésta, ésta chica, quién rompió su control como si nada lo hubiera hecho antes. Separó su boca de la de ella, empujándola, la fuerza de su miedo estuvo a punto de tumbarla. Se quedó mirándolo a través de la cortina de pelo, la cara de ella blanca por el shock.

"Dios del Cielo," susurró él. "¿Qué ha sido eso?".

Su asombro era evidente en su rostro. Su corazón se contrajo, bombardeando auto-odio a través de sus venas. La única vez, pensó. La única vez -

"Tessa," dijo él. "Creo que deberías irte."

"¿Irme?" sus labios se separaron; estaban hinchados por sus besos. Era como mirar a la herida que él había infringido, y al mismo tiempo, él no quería otra cosa que besarla de nuevo. "No debería haber ido tan lejos. Lo siento -"

"Dios," La palabra lo sorprendió; había parado de creer en Dios hacía mucho tiempo, y ahora lo había invocado dos veces. El dolor en la cara ella era más de lo que él podía soportar, y entre otras cosas porque él no había tenido intención de hacerle daño. Tan a menudo, había intentando dañar y herir, y ésta vez él no lo pretendía - de ninguna manera - y había causado más dolor del que podía imaginar. No quería otra cosa que alcanzarla y cogerla entre sus brazos, no solo para satisfacer su deseo pero para darle ternura. Pero haciéndolo solo empeoraría la situación más de lo imaginable. "Solo déjame solo ahora," se oyó diciendo. "Tessa. Te lo estoy suplicando. ¿Lo entiendes? Te lo ruego. Por favor, por favor vete."

"Muy bien," dijo ella. Y la miró de reojo: ella era orgullosa, no lloraría. No se molestó en coger las horquillas del pelo que él había deshecho; solo se levantó sobre sus pies, y le dio la espalda. Él no se merecía otra cosa, lo sabía. Se había arrojado a sí mismo a ella sin respectar la reputación de ella o su indecorosa pasión. Jem habría pensado en ello. Jem habría sido mucho más cauteloso con los sentimientos de ella. Y una vez más, pensó, cuando sus pasos retrocedieron, también lo harían los de él. Pero ya no sabía como ser ésa persona de nuevo. Había cubierto a ése Will por tanto tiempo con pretensión que era esa pretensión que lo alcanzó primero, y no la realidad. Escavó sus uñas en el sueño, agradeciendo el dolor, para que se comprara al dolor de saber que había perdido más de la buena opinión de Tessa ésta noche. él había perdido a Will Herondale. Y no sabía si alguna vez podría volver de vuelta a él.

The Infernal Device:Clockwork Prince

Hola!
les dejo una reseña de Clockwork Prince para hacer más cortas las esperas ...



En el mágico mundo subterráneo del Londres victoriano, Tessa Gray ha encontrado seguridad en los Cazadores de Sombras. Pero resulta que la seguridad es fugaz sobre todo cuando las fuerzas de la Clave reemplazarán a su protector, Charlotte, como cabeza del Instituto. Si Charlotte pierde su posición, Tessa quedará en la calle y será presa fácil para el misterioso Magister , que quiere utilizar los poderes de Tessa para sus propios fines oscuros.

Con la ayuda del hermoso, auto-destructivo Will y el ferozmente dedicado Jem, Tessa descubre que la guerra del Magister con los Cazadores de Sombras es profundamente personal. Se les culpa por la tragedia de hace mucho tiempo que destrozó su vida. Para desentrañar los secretos del pasado, el trío se vera envuelto en niebla de Yorkshire viajando a una casa de campo que tiene horrores indecibles, de los barrios bajos de Londres a un salón de baile encantado donde Tessa descubre que la verdad de su parentesco es más siniestro de lo que había imaginado. Cuando se encuentran con un demonio de relojería que lleva una advertencia para Will, se dan cuenta de que el propio Magister sabe cada uno de sus movimientos una y una de los suyos los ha traicionado.

Tessa se da cuenta que su corazón se acerca cada vez más a Jem, aunque su anhelo de Will, a pesar de su mal humor, continúa inquietándola. Pero algo está cambiando en él, el muro que ha construido a su alrededor se está desmoronando. Podría el Magister liberar a Will de sus secretos y dar a Tessa las respuestas acerca de quién es y para lo que ella había nacido?

La peligrosa búsqueda de el Magister y la verdad lleva a los amigos a ponerse en peligro, Tessa se ​​entera de que cuando el amor y la mentira se mezcla, se puede corromper, incluso el corazón más puro.

.::Twilight and New Moon sounds::.


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